Antes, para construir un coche tan sólo necesitabas materiales sencillos. Todo lo sencillos que pueden ser -claro está- el acero o la madera. Damos un gran paso hacia delante en la historia de la automoción, y los materiales evolucionan. Entran, pues, en juego el aluminio, los plásticos, la tela y el cuero, el cristal…
Sin embargo, en la actualidad, el material más importante de todos aquellos que constituyen un automóvil es completamente intangible. Se pueden ver, pero no tocar. Analizar… pero no manipular de forma directa. Son todos y cada uno de los datos que un vehículo conectado genera durante su vida útil.
La cantidad de pasajeros a bordo, la presión de los neumáticos, la velocidad actual, la temperatura del motor… Nunca antes las marcas han disfrutado de una oportunidad como la presente para monitorizar todo lo que ocurre con sus modelos cuando pisan la carretera. Por eso, firmas como Porsche se han convertido en grandes expertas del llamado ‘Big Data’.
Del ‘macro’ al ‘micro’
La creación constante de flujos de datos -propia de la ‘Industria 4.0’- ha obligado a los de Stuttgart a hacerse con el talento necesario para controlar e interpretar el gran maremágnum de ceros y unos. Su nombre es Sridhar Mamella y, ejerce el cargo de gestor de plataformas de transmisión de datos.

Para este ingeniero de origen hindú, son dos los tipos de datos que puede generar un coche. El primero de ellos se refiere a los obtenidos como respuesta al uso del vehículo por parte del conductor. Aquí podrían figurar la velocidad, la posición del volante, la intensidad de la presión sobre el freno o la eficiencia de su conducción.
La segunda gran categoría de datos son aquellos relacionados con la información de diagnóstico. Esta clase de datos es la que utilizan -por ejemplo- los técnicos de los talleres oficiales para localizar fallos, bien mecánicos o electrónicos.