Por motivos laborales viajo muchísimo y estoy acostumbrada a utilizar habitualmente taxis para trasladarme de la estación o aeropuerto a casa o a la oficina y viceversa. Y lo siento mucho pero, en general, tengo que dar un buen ‘tirón de orejas’ a los taxistas por su falta de limpieza en sus vehículos e, incluso, de aseo personal.
Cuántas veces me hubiese cambiado de taxi al entrar y percatarme de un profundo y desagradable olor mezcla de sudor y de otros aromas indescifrables… que no me atrevo a definir, por no explicar, el nauseabundo aliento del conductor cuando se gira a darme el cambio y el recibo de la carrera con unas manos sucias y pringosas.
He leído que con la crisis del coronavirus se les va a exigir a taxis y VTC unas estrictas normas de higiene tanto para el mantenimiento de la limpieza y desinfección del vehículo, como para evitar el contacto personal: utilización de mascarillas, pago con TPV y móvil… Y les recomendarán pantallas de protección.
En mi opinión la pantalla de protección debería ser obligatoria por seguridad de todos en todos los sentidos -sanitario y de protección de delincuentes-. Y me pregunto quién y cómo van a controlar la limpieza y desinfección de los vehículos porque, seamos serios, veo muy difícil que los chófer tengan la posibilidad de cumplir estas medidas… ¿Cuántas veces se baja un cliente y ya está subiendo otro? ¿Podrá el taxista evitarlo antes de desinfectar de nuevo el taxi?
Como dudo mucho que lo cumplan, lo mejor es que pongan a disposición del cliente un ‘kit de limpieza individual’ con unos guantes y gel hidro-alcohólico o higienizante suficiente para dar un ‘repasito’ al asiento, tiradores, reposabrazos y cinturón.
Y por favor, ¿pueden las ‘Consejerías de Movilidad de las diferentes CCAA recomendarles productos de limpieza que no huelan a lejía o a ‘pachuli’ barato? Ganarían mucho los coches bien limpios, desinfectados, perfumados y con wifi para trabajar tranquilamente. Tomen nota por la salud de todos y para mejorar la imagen de nuestro transporte público de cara al turismo.
Elisa V. Madrid