Como la máquina inventada por el hombre que es, el automóvil -y la automoción en general- está impregnado de una potente esencia humana. Con su particular Historia en la mano, no cuesta nada ver que el origen de la mayoría de marcas -y el del propio invento- tiene raíces en los grandes valores humanos. Como, por ejemplo, el espíritu de superación… y el de la aventura.
Hoy le cedemos un pequeño hueco a uno de los grandes aventureros que forjaron, con su trayectoria, un camino que hoy en día tiene forma… de superdeportivo. Pero empecemos, como siempre… por el principio.
El australiano Jack Brabham no quiso conformarse con ser una leyenda de la Fórmula 1, con tres títulos en su palmarés. En 1960, fundó Motor Racing Developments, un conglomerado con dos funciones: plantar cara en el ‘Gran Circo’ a equipos como la mismísima Ferrari… y, a pie de calle, ofrecer sus conocimientos para la preparación de coches en otras especialidades menos elitistas.
La primera rama gozó de una larga y próspera vida: para cuando el equipo echó el cierre en 1992, había motorizado hacia la gloria a un buen número de campeones -Graham Hill, Niki Lauda, Nelson Piquet… y el mismo Brabham- y su sala de trofeos tenía poco que envidiar a las de sus rivales.
La segunda ha perdurado hasta nuestros días. Bajo el nombre de Brabham Automotive, ahora es un pequeño constructor de superdeportivos. Pero, aunque se puedan matricular, sus creaciones continúan con la mira puesta en los circuitos.
Fruto del empeño
Al calor de esta filosofía, el BT62 Competition acaba de ver la luz. La pandemia del coronavirus -como le ha ocurrido a otras marcas– sorprendió a la firma en la última fase de construcción de la primera unidad. Sin embargo -fieles a su histórica identidad- decidieron extremar las precauciones, terminarla y entregarla al equipo Horsepower Racing.

Y es que, no en vano, tanto ésta como los 69 ejemplares que le seguirán son vehículos puramente de carreras. Su construcción en fibra de carbono -sobre un bastidor tubular que ya incluye la jaula de seguridad– no deja lugar a dudas. Tampoco hay equívocos en otros detalles menores como los exiguos huecos de ventilación practicados en ambas ventanillas. La gloria no entiende de confort.
Su planta motriz es, también, ‘a la vieja usanza’. Se trata de un salvaje V8 con 5,4 litros de cubicaje y nada menos que 700 CV de potencia. Su acompañante es una transmisión secuencial, con seis relaciones y manejable desde el volante.

¿Veremos este Brabham en competición? Por el momento, ya sabemos que debutará en el Campeonato Britcar de GT. Pero, sin duda, los sueños de estos aventureros británicos tienen un nombre muy francés: Le Mans.