Si no eres un lector empedernido de la prensa del motor, es posible que hasta te pillara de sorpresa en su momento. Y es que una de las noticias más importantes de los últimos meses -para todos los automovilistas- tuvo lugar sin apenas aviso en la prensa generalista.
Seguramente, si visitaste tu gasolinera de confianza allá por otoño, te llamó la atención la nueva simbología -E5, E10, B7…- que se emplea para catalogar los combustibles.
Por desgracia, estas extrañas nomenclaturas no son un cambio ‘de cara a la galería’. Cada código indica que dicho combustible cumple con unas especificaciones de composición muy estrictas… y acordes con las últimas normativas ecológicas exigidas por la UE a las petroleras.
Ello, significa, por ejemplo, que la oferta de gasolina de 95 octanos se ha desdoblado en las llamadas E5 y E10. La única diferencia entre ambas es la cantidad de etanol presente en cada una, siendo la E10 la que más etanol contiene en proporción. Pero, dependiendo de la edad de tu coche, este detalle… puede acarrearte problemas.
Un ‘capricho’ de la química
Antes de nada, una pequeña explicación para ‘templar’ los ánimos. El etanol es -a grandes rasgos- un alcohol etílico que se obtiene a base de residuos orgánicos y cultivos fermentados. Elevando lo suficiente su graduación, es posible utilizarlo como biocombustible: existen motores -como los extintos ‘FlexiFuel’ de Ford- capaces de prenderlo con el rendimiento adecuado.
Sin embargo, las marcas de carburantes prefieren mezclarlo -en porcentajes menores- con la gasolina tradicional para rebajar las emisiones de partículas nocivas tras la quema. Tradicionalmente, las normativas permitían un volumen máximo del 5% de etanol por cada litro de gasolina. De hecho, así se crea la gasolina E5.
Este límite desapareció con el reciente cambio normativo, el cual lo ha elevado ahora hasta el 10% por litro que ha dado lugar a la gasolina E10. El doble de etanol de la E10 supone el doble de ‘limpieza’ en el tubo de escape… pero antes, mucho antes, es posible que haya preparado una auténtica escabechina en el motor de tu viejo coche.

Y es que el circuito de alimentación de carburante de un automóvil se compone de múltiples piezas de goma y plástico, empezando por el propio depósito y terminando por minúsculas juntas de estanqueidad. Si tu coche es anterior al 2000, la mayor cantidad de etanol puede reaccionar químicamente con estos materiales, corrompiéndolos hasta deshacerlos por completo.
Este fenómeno puede dar lugar a una larga lista de averías, desde pérdidas más o menos severas de combustible -con el peligro que ello implica- hasta fallos en componentes como el aforador, los inyectores o las bombas.
Por el momento, la solución más sencilla pasa por seguir recurriendo -siempre que sea posible- a la E5. Si -por cualquier circunstancia- te ves obligado a poner E10 de manera puntual, nuestro mejor consejo es que la consumas cuanto antes para limitar al máximo la corrosión.