Están encantados de hacérselo pasar mal: nos referimos a los ingenieros, desarrolladores, calibradores e investigadores de Audi cada vez que están ultimando la puesta a punto de un modelo.
Y no es nada personal contra sus propias creaciones: llevar al límite un futuro vehículo es la única forma de poder comprobar de qué pie cojean, si todo sigue en orden cuando las cosas se ponen realmente complicadas… y si el tiempo y dinero invertido que, hasta ese momento, lleven invertido en un futuro lanzamiento ha merecido la pena, o si se hunde y flaquea bajo presión.
Una de las pruebas más exigentes que debe superar todo coche tiene que ver con las temperaturas extremas; y tal vez, las que son muy bajas son las que más problemáticas pueden provocar en cualquier modelo. Así que nada mejor que irse a uno de los lugares más fríos del planeta -entiéndase aquel en el que por orografía existen carreteras o lugares por los que se puede circular- y castigar sin piedad a la nueva generación de modelos. Un trabajo duro… pero alguien tiene que hacerlo.

Ese alguien es, entre otros, Raphael Kis, ingeniero de calibración, cuyo día a día durante esta época del año comienza con una temperatura inferior a 20 grados negativos al norte de Suecia, en Laponia. Allí, se encarga de poner a punto aspectos de los futuros modelos de la marca, relacionados con la estabilidad y la tracción.
En esta zona inhóspita zona del planeta, el Grupo Volkswagen cuenta con unos amplios recintos de pruebas conocidos como los ‘KALT 1‘. Todo lo que sucede tras las vallas de ese lugar es estrictamente confidencial, porque es donde se prueban los próximos lanzamientos de Audi. Hablamos de una extensión de hielo y nieve que abarca cerca de 3.600 hectáreas, dentro de las cuales hay un hotel con 440 camas, varios talleres, oficinas y tramos para circular que suman cerca de 83 km; si te gustan el frío y los coches, esto deber ser lo más parecido al paraíso.
Kis, que pasa 20 semanas al año en estas tierras, con días en los que a veces amanece a las nueve y anochece a las dos de la tarde, convive con unas 150 personas, de media; comenta Audi que cuando su hijo era más pequeño y le preguntaba por su trabajo, nuestro protagonista le decía: «papá se sienta en un coche y lo ajusta para que la gente pueda conducir con seguridad».

¿Y cómo lo hace? Pues no consiste en circular con el vehículo a ritmo de rally, sino tareas como «ejecutar un nuevo software, ajustar el hardware»… Son unos trabajos minuciosos, lo cual explicaría que supongan más de un año de tiempo. Al final, se consiguen cosas como que el ABS, el control de tracción y otros sistemas que intervienen como ayudas en la conducción hagan un buen trabajo sobre suelo seco -algo para que lo también se desplazan a la ‘España seca’-, mojado o sobre nieve.
Acompañado siempre de su portátil, Kis lo utiliza para modificar diferentes parámetros para conseguir el objetivo final de que cualquier Audi sea conducible… incluso en situaciones límite. Por ejemplo, la que plantea un tramo de unos tres kilómetros que discurre sobre un lago helado, con una capa de hielo que llega a alcanzar los 90 km de espesor.
Cuando se recaban los datos suficientes, toca volver a la base para analizar los resultados obtenidos y discutirlos con otros compañeros y, en último término, con el jefe del equipo de desarrollo. La jornada de Kis concluye, después de diez horas de trabajo con una cena, algo de charla con los colegas del trabajo y una videollamada a casa.
No sabía que Audi hacía este tipo de pruebas en un país como Laponia pero la verdad es que tiene sentido. Nada mejor que probar el vehículo en las situaciones más adversas para asegurarse de que todo funciona a la perfección. Gracias por compartir el post, me ha encantado.