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La -triste- historia de unos cazarécords en apuros

Lo primero que desaparece en las situaciones de crisis son, sin duda, los sueños. Para Richard Noble y Andy Green, esto supone dejar en 'stand-by' su modo de vida.

Imagen del Bloodhound LSR

Imagina cruzar un desierto… pero no a pie, sino propulsado a gran velocidad por una fuerza inconcebible. Sentado en una cabina presurizada que parece la de un avión de combate, aunque no podrías decir que vuelas… porque, en realidad, flota a escasos centímetros de la fina arena.

Y, de pronto, un estallido. Pero no hay fuego, no hay explosión ni apenas vibración. Lo único que ha variado es que, si ya iba rápido tu extraño vehículo, ahora ya navega a velocidad terminal. A pesar del contraste entre el ocre y el azul, ambos tonos se funden en tu mente, y rezas a todos los dioses para que nada se cruce en tu camino… pues ya no sabes ni dónde estás. Al otro lado de la exigua carlinga, el mundo se emborrona cada vez más y más.

¿Agobiante, verdad? Pues así debió sentirse Andy Green al romper la barrera del sonido con el Thrust SSC en 1997. Agobiado… pero exhultante, cuando pudo comprobar que había alcanzado los 1.232,93 km/h sobre el desierto de Nevada. Ninguna otra ‘cosa con ruedas’ había logrado antes algo así.

Y, por mucho tiempo, ningún otro vehículo logrará tampoco batir este récord.

La crisis de la aventura

Ahora, tanto el veterano expiloto de la RAF como su eterno socio Richard Noble miran con nostalgia aquella proeza. Y se lamentan por la fatalidad de una crisis económica que les está impidiendo cumplir el sueño de superarse a sí mismos. El último confinamiento impuesto por el gobierno británico ha acabado con la viabilidad económica de ‘Bloodhound’, el proyecto que ambos lideraban con el objetivo de mejorar la marca que registraran más de veinte años atrás.

Imagen de Richard Noble

A través de un sentido comunicado, Noble ha lamentado la retirada del actual mecenas Ian Warhurst, quien puso recientemente a la venta el equipo… y el vehículo, denominado Bloodhound LSR. Equipado con un turborreactor Rolls-Royce -extraído de un Typhoon Eurofighter-, este ‘coche cohete’ ya alcanzó en 2019 unos primeros esbozos prometedores sobre el desierto del Kalahari, donde consiguió registrar 1.010 km/h.

Ahora, aparte del sueño roto, quedará interrumpida también la faceta educativa y divulgativa de la aventura. Como el propio Noble asevera, en los últimos años más de 120.000 estudiantes y colegiales visitaron sus instalaciones o acudieron a sus eventos como público. Esta estrategia -sugerida por el gobierno británico- les ha convertido, a ojos de las disciplinas técnicas, en unos excepcionales ‘reclutadores accidentales’.

Pero no hay mal que cien años dure. Según los cálculos de Noble, el Bloodhound necesitaría un cohete adicional para lograr su propósito. Una pieza que no es nada barata, pues localizar y acoplar uno podría costar unos ocho millones de libras esterlinas. En su hora más oscura… ¿surgirá alguien dispuesto a concederle esa nueva oportunidad?

Licenciado en Periodismo, comencé mi andadura en prensa local con el Heraldo de Soria y terminé haciendo labores de comunicación para la Biblioteca Digital del Ayuntamiento de Madrid. Agradecido de poder expresar con mi trabajo mi amor por los coches. Petrolhead a tiempo completo y, cuando no estoy trabajando, pilotillo en simuladores de conducción. Sólo estoy vivo cuando estoy en la carretera. Creo firmemente en un uso responsable de la tecnología. Por ello, mi cometido aquí es contribuir a que la sociedad pierda el miedo frente a los avances y cambios que trae.

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