Por mucho que algunos técnicos y empresarios aprecien la -siempre relativa, ojo- comodidad del laboratorio o las ‘rondas de financiación’, sus ideas y productos deben -en un momento dado- enfrentarse a la realidad.
“Ningún plan resiste al primer encuentro con el enemigo”, dice con razón el arte de al guerra. Y, desde luego, si existe un campo en la ciencia actual donde se cumple con creces, ése es el de la conducción autónoma. No en vano, los principales obstáculos para su implementación en la sociedad han surgido con las primeras pruebas prácticas en ‘suelo real’.
Los principales actores del sector ya han tomado nota. Especialmente, las marcas de coches, las cuales se han lanzado -en los últimos tiempos- a una vorágine de experimentos en calles y carreteras abiertas.
Esta ‘efusividad’ es beneficiosa para el progreso de la tecnología… Pero no conviene olvidar que, en ocasiones, un entorno de prueba inadecuado puede ‘viciar’ el resultado del experimento. Quizá por ello Jaguar Land Rover ha empezado por establecer un ‘campo de operaciones’ adecuado.
Una urbe ‘a medida’
El consorcio británico se ha asociado con proveedores tecnológicos internacionales -como Cisco, Seagate o Red Hat-, con la intención de crear un ‘espacio urbano inteligente’. Dicho espacio les permitirá realizar pruebas de tecnologías conectadas en situaciones reales… mientras los vehículos autónomos comparten las calles con automóviles convencionales, peatones, ciclistas y tráfico pesado.
Situado en la irlandesa región de Shannon, el ‘Future Mobility Campus Ireland’ será una zona de pruebas colaborativa. Unos 12 km de carreteras públicas, preparados y equipados para recabar datos, simular diferentes entornos de circulación y situaciones de tráfico… Y, por supuesto, ensayar nuevas tecnologías.
Este área incorporará una completa red de sensores, sistemas de geolocalización y un centro de control y gestión de datos. Asimismo, contará con cruces inteligentes, estacionamientos automatizados, puntos de carga para vehículos eléctricos, conexiones a un tramo de ‘autovía conectada’ -de 450 km- y una ruta gestionada de tráfico para drones desde el aeropuerto cercano, la cual recorrerá el estuario de Shannon.