Es bien sabido que a las marcas de coches les encanta la competición. No en vano, siempre será -por mucho que se empeñen los astros del márketing– su mejor forma de promocionarse. Sin embargo, como en todo, aquí también hay clases. Por ejemplo, existen firmas que apoyan los deportes del motor desde la base hasta la cúspide, creando modelos, motores y competiciones propias. Y, al contrario, hay fabricantes que se dedican a ‘ser buenos en lo suyo’. Es decir, en correr.
Seguro que puedes nombrar de memoria algunas marcas de este segundo grupo. Pero estarás de acuerdo con nosotros que aquí -otra vez más- hay clases. Algunos constructores se han convertido, con el paso del tiempo, en ‘divos’ de una sola especialidad. En cambio, de otros puede decirse que se ‘han partido el pecho’ en varias. Sin ir más lejos, Skoda puede afirmar -con la boca grande- que pertenece a esta casta de luchadores. Luchadores que, como verás a continuación, no siempre salen victoriosos…
Una ‘bañerita’ en Le Mans
Estamos en 1950. La vieja Europa aún no ha terminado de cerrar las heridas que le provocó la Segunda Guerra Mundial. No obstante, por las cicatrices ya corre la savia de un futuro próspero que está al caer. Y terminará haciéndolo gracias, en buena parte, al furor de la gasolina quemada.
Celebradas casi a finales de Junio, las 24 Horas de Le Mans centran la atención de un continente que las ha tomado como símbolo de la ‘vuelta a la normalidad’ que tanto anhela. Los que van a participar en ellas, en cambio, protagonizarán un relevo generacional como nunca antes se vio sobre la pista: marcas casi desaparecidas en la contienda -como Talbot o Delahaye- firmarían sus últimas páginas doradas frente a quienes se iban a repartir el pastel del futuro inmediato: Ferrari, Jaguar y Aston Martin.
Muy por detrás, en las categorías de menor cubicaje -en torno al litro- figura una representación de Skoda. Los checos ya eran conocidos por toda Europa –sobre dos y cuatro ruedas- a principios de siglo y, tras el último conflicto, apuraban -sin saberlo- sus últimas bocanadas de libertad antes del Telón de Acero.

En ese preciso instante veraniego de 1950, debutan en la prueba gala con el 1101 Sport. Construido sobre la base de un 1101 Tudor ‘de calle’, vestía de aluminio su carrocería con el formato ‘barchetta’ que la costumbre -más que la ingeniería- imponía si querías ser el más rápido.
Bajo ella, por contra, no cabían tantas florituras: el motorcillo de cuatro cilindros y 1,1 litros debía conformarse con una novedosa carburación Solex y una solución de alcohol metílico como combustible. 50 CV de potencia, con una velocidad punta de tan sólo 140 km/h… en uno de los circuitos más grandes de siempre. ¡Pobre pequeñín!
La carcajada del destino
Todo está controlado: este ‘peso mosca’ va a demostrar, desde los primeros compases de la carrera, que su pegada es la más fuerte. Sus oponentes en la categoría son aún más lentos y, para más inri, carecen de su auténtica arma secreta: su depósito de mayor tamaño, que lo mantiene en pista durante largos ‘stints’ de hasta cuatro horas.

Mientras atardece sobre Le Mans, Václav Bobek y Jaroslav Netušil no pueden liderar su clasificación con mayor comodidad. Pero Le Mans jamás deja escapar a sus novatos sin ‘zarandearlos’. Al caer la oscuridad, Hunaudières se transforma en una jungla demasiado grande para la pequeña fiera. Y la lucha contra el tedio de la recta infinita deja paso a la -siempre difícil- conversación del piloto con los ‘demonios de la resistencia’. Ésos que, a la luz indirecta de la noria, se sientan a tu lado en la cabina. Los que te dicen -entre susurros- que no lo conseguirás.
Son las 2:20 de la mañana del 25 de junio. El Skoda ya ha superado la hora más oscura. El piloto no encuentra engaño en sus ojos: realmente, la noche comienza a desvanecerse. Y, en cada vuelta, le cuesta menos apreciar los límites de la pista. Impelido por la euforia del momento, asume que puede -y debe- elevar el ritmo.
Y, entonces, ocurre. Después de ejecutar millones de giros perfectos, algo parece descomponerse dentro del motor. Uno de los cuatro pistones pierde el broche que lo mantiene unido a su biela. La cabeza del pistón detiene su paso a medio camino y, mientras la biela enloquecida lo golpea todo, el cilindro que ocupa emite sus últimos estertores. Poco después -apenas un parpadeo- el cigüeñal gripa, indispuesto a dar una sola vuelta más. Tras 120 vueltas -y a solamente unas pocas horas de acabar-, Skoda está fuera de la carrera. Por culpa de una pieza que costaba apenas un penique.
«Volveremos», piensan todos los integrantes del equipo checo. Pero en sus corazones llevan clavada la dolorosa espina propia de quienes rozan la gloria con sus dedos… y entre los mismos se les escapa, cual granos de arena. Luego, la ‘Guerra Fría’ -cada vez más gélida- frustraría sus intentos de regresar a La Sarthe para la revancha. El precioso 1101 Sport debería conformarse con evolucionar y campeonar en casa, tras los gruesos muros recién levantados por ‘los protectores del pueblo’.

A día de hoy, nuestro protagonista sigue funcionando, perfectamente restaurado y cuidado por la marca como una de sus piezas más queridas. Se dice, se comenta, que el ACO ha invitado a Skoda para la edición 2021 de su Le Mans Classic. Esperemos que, esta vez, nada impida al 1101 Sport cumplir con su destino de ganador…