En el mundo de la automoción, existen tecnologías que surgieron -casi- de la noche a la mañana. Una idea feliz, adecuadamente ejecutada cambió la fisonomía de la máquina -y de la industria que sostiene- para siempre.
Por contra, otras debieron pasar por largos y arduos procesos de perfeccionamiento. Todas las pruebas y ensayos son pocos cuando un genio desea ver convertida en realidad la idea de su vida.
Y, por cómo pinta la cosa, parece que la conducción autónoma caerá en este último grupo. Muchos son los obstáculos en su camino: ordenadores que aún no son suficientemente potentes, IAs que no consiguen aprender a ‘observar’ su entorno… Y, cómo no, el recelo -si bien, decreciente- de las autoridades públicas y políticas.
Qué duda cabe, pues, de que conseguir automatizar los coches terminará condensado en dos ingredientes básicos: paciencia y talento. Del primero, la mayoría de marcas aún tienen de sobra. Lo que a todas luces escasea es lo segundo…
Una mente pionera
Ford ha decidido no andarse con rodeos y ‘atar’ cuanto antes a uno de los mejores especialistas de su país. Su nombre es Chris Gerdes, y dirige el centro de investigación automovilística de la prestigiosa Universidad de Stanford. A partir de ahora, compaginará su cátedra con un nuevo empleo: asesorar -en materia de seguridad- a la filial de vehículos autónomos de la firma del óvalo.

Desde su nueva posición, trabajará con los grupos de relaciones institucionales, y seguridad a bordo de la marca, amén de sus abogados e ingenieros especializados en sistemas avanzados de autonomía. Todas estas sinergias tienen como objetivo lograr un sistema definitivo de conducción autónoma plenamente seguro y confiable.
La visión de Gerdes coincide plenamente con la de Ford: para él, crear vehículos totalmente robotizados -sin volante o pedales a la vista- y plenamente seguros y fiables será el desafío que definirá la industria automotriz del futuro.