
Desde que era bien pequeña siempre supe que Grease iba a ser, por siempre, mi película favorita. Las canciones, la historia, y sobre todo la época en la que estaba ambientada la hacían, bajo mi punto de vista, perfecta.
Una de mis escenas favoritas es aquella en la que Danny Zuko quiere conseguir que Sandy confíe en él dándole un anillo mientras ven una película desde su coche en un autocine. Aunque la cosa no sale demasiado bien, el ambiente que la escena refleja es increíble.
Dicho esto, os podéis imaginar mi cara cuando me enteré de que el autocine de Madrid, mi ciudad, inauguraría su nueva temporada con nada más y nada menos que ¡Grease!. ¡Casi lloro de la emoción!
Así que allí estaba yo, una tarde de verano, conduciendo por el Paseo de la Castellana hacia el Autocine Madrid Race de Fuencarral, con mi mejor amiga de copiloto, para ver el musical más grande de todos los tiempos.
Cuando Google Maps estaba convencido de que habíamos llegado, he de confesar que nos fue un poco difícil dar con la entrada, seguramente por los nervios y porque nos costó dar con la puerta principal del autocine, pero no dejó de ser una mera anécdota que ahora recordamos con una sonrisa.
Una vez ue dimos con el acceso, nos encontramos con dos cabinas con sendas barreras al estilo de las del peaje que hay que atravesar cuando coges la radial para evitar los atascos mientras vas camino del pueblo.
El taquillero, muy amablemente me explicó los tipos de entrada y ofertas que había para la sesión. Que si entrada más palomitas, que si entrada más menú, que si entrada de zona de hamacas o entrada sencilla. Es decir, todo muy parecido a un cine normal… salvo por lo de las hamacas. O lo del cielo en nuestras cabezas. O porque estábamos dentro de un coche. ¿Cuál elegimos nosotras? Pues como buenas estudiantes sin ningún tipo de ingreso, la más barata, la sencilla. Por 7€ accedimos al recinto; un precio asequible comparado con la media de los cines de Madrid.
Nada más entrar podías ver claramente las distintas zonas en las que se dividía el recinto. En primer lugar encontrabas la pantalla con una zona de hamacas debajo de ella. Estas son para las personas que prefieren no estar en el coche y ver la peli desde una zona más cercana, al más puro estilo de los cines de verano.

Inmediatamente después veías el parking, donde los coches estaban aparcados a la perfección en batería hacia y, por supuesto, mirando hacia delante. Para ello, distintos acomodadores -en este caso, de coches- nos iban indicando dónde podíamos aparcar. El sitio que toca suele establecerse por orden de llegada. Nosotras llegamos pronto, pero una vez iniciada la película vimos que se habían llenado todas las filas… y que en las del final, la gente iba en coches o en campers y se subían al techo de sus vehículos para ver la película. ¡Totalmente al estilo americano!
En el autocine, para escuchar la película en el coche tienes que sintonizar la frecuenci de la emisora que aparece en el ticket de la entrada -a no ser que vayas a la zona de hamacas, donde el audio proviene de los altavoces estéreo-. Mi caso no fue ninguno de las dos anteriores. Mi adorado Opel Corsa del 2006 tiene estropeado el display que muestran la información de la radio desde el primer día en que le conocí. Por ello me era imposible encontrar la emisora. ¿Y qué hago yo viendo una película sin audio? Tranquilos, el autocine esta preparado para todo.
Al final del parking, había una zona de restaurantes. Están ambientados, como el resto del autocine, en los años 50. De hecho, la cabina principal se asemeja a las típicas cafeterías americanas. En esa cafetería me había dicho un acomodador que era donde ofrecían radios portátiles para poder escuchar el audio de la película. Así que, allí fui.
Tras esperar mi turno, le pedí al camarero, por favor, una de las radios, y acto seguido la tenía en mis manos. ¡Sin tener que gastar nada en el alquiler! Eso sí, tuve que dejar mi DNI como señal de que iba a ser responsable y la iba a devolver. Volví al coche y conecté el dial en la emisora correspondiente al sonido de la pantalla. Tres minutos después se apagaron las luces. La película comenzaba.
Cuando iba al cine ‘convencional’, rara vez compraba comida o algún refresco en él. Y así hicimos esta vez también, porque como comenté al principio, estábamos en «economía de guerra». Y es una pena, porque me quedé con muchísimas ganas de probar alguno de los restaurantes, que cuentan con una gran variedad de comida y bebida -además de los ya mencionados menús-, e incluso si quieres lo puedes pedir para que te lo lleven al coche una vez comenzada la película.

Es verdad que muchos coches, al tener que mantener la radio conectada, no pueden apagar las luces de posición. Pero eso no es un problema, el staff del parking está preparado a la perfección, y a todos estos tipos de coches les ponen una lona en los faros para tapar la luz que desprenden. Y lo mejor… ¡sin dañar el vehículo!
Ver la película en el autocine desde el coche fue algo mágico, algo nuevo. Igual que en la escena de Grease, el ambiente era fantástico. Lo mismo veías al padre del coche de la derecha, que había llevado a sus hijas pero que no dudó en echarse una cabezadita… que a los de la izquierda cantar como locos todas las canciones. De las innumerables veces que había visto la película, esa fue, sin ninguna duda, la mejor de todas.
La película terminó y los coches comenzaron a desfilar en orden y poco a poco. Mi amiga y yo no queríamos irnos a casa, y eso que era casi la una de la madrugada. Había que aprovechar que estábamos allí.
Nos bajamos del coche y fuimos a dar una vuelta por el resto del recinto, vimos de cerca la zona del restaurante, la terraza con la banda de música en vivo, y la zona para eventos en la que había una despedida de soltera con su propio Elvis Presley. ¡Igualito que en Las Vegas!
Tras hacernos unas fotos en distintos coches clásicos que tenían allí expuestos, era hora de despedirnos. Con mucha tristeza, pero también alegría por haber vivido una experiencia como la de nuestra película favorita, nos subimos al coche y juramos que pronto volveríamos.
Y así lo hicimos.