En estos tiempos de mercado difícil, lo último que desea un fabricante de coches es una crisis de imagen. Máxime cuando dichas situaciones pudieran venir provocadas por un cierto modelo cuya calidad o fiabilidad no están a la altura de lo esperado…
De ahí que muchas marcas estén, últimamente, tan obsesionadas con tener bajo control todo lo que ocurre en sus fábricas. Rara es ya la que no ha invertido -en los últimos años- parte de su presupuesto en tecnologías de identificación y rastreo como -por ejemplo- el ‘blockchain’.
Como firma preocupada por estas cuestiones, Audi está en proceso de implementar su propio sistema. De momento, la de los aros ha conseguido convertir su planta de Neckarlsum -una de sus ‘instalaciones clave’- en la primera factoría conectada de todo el Grupo Volkswagen.
Lo llaman ‘radio’
Lejos de ‘complicarse la vida’ con algoritmos imposibles, en Audi han hecho gala de su lógica teutona y han preferido apostar por un sistema más tradicional. Todo lo tradicional que puede ser un pequeño microchip… con una minúscula antena de radiofrecuencia.
A muy grandes rasgos, así se crea un ‘identificador RFID’. Esta tecnología permite almacenar una gran cantidad de datos sobre el objeto a ‘señalar’, posibilitando además una lectura de los mismos en tiempo real.

¿Cómo lo aplican los de Ingolstadt para fabricar un coche? Todo comienza en la sección de carrocería, donde la ‘pegatina’ se coloca en un punto de la aleta posterior derecha. Allí permanece durante todo el proceso de pintura y montaje, hasta la llegada del vehículo terminado al control final de calidad.
El chip RFID -que puede ‘leerse’ con un aparato dedicado- contiene información clave del modelo como -por ejemplo- el tipo de carrozado, el código del color, la motorización o un desglose de todo el equipamiento instalado. En cualquier momento de la producción, cualquier supervisor de la línea puede comprobar que las tareas llevadas a cabo sobre el coche se corresponden con las especificaciones establecidas.